El hecho de que la realidad tenga una parte aparente y manifestada y otra parte oculta, conlleva el hecho de que tengas que pasar siempre por la parte aparente para acceder a la parte oculta, ya que es así como funciona el lenguaje del mundo terreno en el que te desenvuelves. Por ejemplo, a través de la palabra (lo aparente) accedes a su significado (lo oculto) y a través del símbolo llegas a lo simbolizado. Si quieres conocer la realidad tu tarea consiste, por tanto, en ir haciendo aparecer lo que está oculto y este lenguaje de lo manifestado es lo que te permite seguir “conociendo” lo que aún permanece oculto. Eso es en el fondo “recorrer en la Tierra los caminos del Cielo” y ése es justamente el paso que realizas entre tu ego y el Yo. El ego no es sino el sentirse a sí mismo durante el proceso de materialización o manifestación de esa parte oculta que es el Yo y, gracias a la experiencia de individualidad del ego, puedes acceder a la experiencia colectiva del Yo. No debes por tanto estigmatizar o criminalizar de buenas a primeras a tu ego, ya que es el paso que te conduce al Yo, siempre y cuando te desapegues de aquél, de la misma forma en que llegas a adulto dejando atrás la infancia pero sin prescindir en su momento de dicha experiencia.
Presta un poco de atención para ver cómo sucede. El ego es el sentimiento de sí mismo que se experimenta a través de la parte material de la realidad y que permite el acceso a las cualidades universales de dicha realidad. Es por tanto un aspecto limitado y estrecho de lo que eres como individuo, atrapado en ese sentimiento de sí mismo. Por ejemplo: experimentas la belleza como cualidad, a través del sentimiento de ti mismo con las cosas concretas que tienen formas bellas, como un paisaje, un cuadro, una escultura o el propio cuerpo humano. Del mismo modo, experimentas la riqueza como cualidad con el dinero, con el oro y con las posesiones materiales. Accedes, pues, a este tipo de cualidades inmateriales siempre a través de esas formas concretas que te hacen sentirlas como un ti mismo (ego) y aprehenderlas en forma de conocimiento. Una vez incorporado en ti ese conocimiento, has de trascenderlas para no arrastrarlas contigo y quedarte anclado en ellas con el “apego”, como le ocurrió a Narciso cuando se contempló a sí mismo. Si no das ese paso y te quedas anclado entre los límites físicos de esa realidad material, no llegas a “conocer” la infinitud de esas cualidades universales. De nuevo la vida, con su curiosa pedagogía, te hace comprender lo infinito a través de lo finito. El paso entre el ego y el Yo, el paso entre lo finito y lo infinito siempre se hace de la misma manera, trascendiendo: entregas el ego y lo finito para llegar al Yo y a lo infinito, lo mismo que trasciendes la infancia para llegar a la mayoría de edad. Ése es el sentido de morir: entregar la materia finita, trascendiéndola, para alcanzar el espíritu infinito que permanece siempre.
Recuérdalo: El ego es el sentimiento de sí mismo que se experimenta a través de la parte material de la realidad y que te permite acceder a las cualidades universales de dicha realidad.
Notas:
La imagen muestra el cuadro Narciso del pintor italiano Michelangelo Merisi da Caravaggio y que se conserva en la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma (Italia).
El texto es un extracto del capítulo 5 El Umbral entre el Ego y el Yo, del libro de próxima publicación «Ángelus, el mensaje oculto del sentido de la vida», de Ángel Casado