Detenerse en el camino es tan importante como avanzar en él

Ha estado lloviendo casi toda la noche y aunque el día está un poco fresco he decidido dar un pequeño paseo internándome por este camino entre los campos. La tierra está tan empapada que hay charcos por todos lados y pequeños regueros de agua que corretean cruzando de un lado a otro aprovechando el desnivel del terreno.

Voy pensando en mis cosas y lo mismo avanzo como tan pronto me detengo. No se por qué lo hago, unas veces siento el impulso de avanzar sin parar y, en cambio, otras veces me paro en seco sin saber por qué. ¿Qué le pasa a mi vida y qué es lo que de verdad aporta valor a aquello que quiero hacer con ella?

Acabo de sortear un par de charcos y me ha llamado la atención cómo el agua, antes estancada, corretea ahora juguetona en un pequeño y efímero reguero que cae por el terraplén hasta la vía. Resulta curioso que algo tan sencillo como esto se solape con mis pensamientos y con mi indecisión entre avanzar y detenerme.
Siento que el agua y yo estamos haciendo lo mismo, a veces nos estancamos y otras veces nos movemos sin parar. Me he quedado pensando en el agua y me he preguntado qué la retiene y qué la hace continuar.

El agua se retiene en el charco cuando no hay desnivel y este pequeño remanso le permite transformarse y cambiar su estado. Si hace calor se evaporará y en cambio si baja mucho la temperatura se convertirá en hielo. Ahora soy yo el que, estancado en este pensamiento, siento que me estoy transformando (al fin y al cabo soy casi un ochenta por ciento agua) y me siento unido al agua. ¿Y qué más hace el agua estancada? Se filtra lentamente en el terreno y lo humedece facilitando la futura germinación de las semillas. Si me comparo de nuevo con ella, ¿qué puedo hacer yo cuando estoy estancado? Mi manera de filtrar es reflexionar y dialogar internamente conmigo y mis semillas son mis ideas y mis pensamientos. Curiosamente bajo esta aparente parálisis motora de mi cuerpo, se activa un enorme trasiego de ideas, pensamientos y hasta conexiones con todo lo que me rodea. Me doy cuenta además de la quietud y del silencio que acompañan este momento y finalmente me veo reflejado en el espejo de su superficie. El agua serena y mi mente tranquila permiten reflejar con mayor claridad lo que acontece.

Ahora el reguerillo de agua es el que pone en movimiento de nuevo mis pensamientos y mis pies para seguirlo. El desnivel permite al agua avanzar, incluso arrastrar y transportar cosas en su camino. Ha tomado más fuerza al juntarse con otra corriente de agua, ha aumentado su caudal y ahora es rumoroso y a veces hasta ruidoso. Y yo, ahora me siento empujado a caminar más deprisa: «no te detengas (me escucho cómo me hablo a mí mismo), continúa avanzando.»

De regreso a casa disfruto con todo lo que esta mañana he integrado en mi y me dispongo a escribirlo en este post: detenerme en el camino es tan importante como avanzar en él y ambas cosas tienen valor para mi. Me detengo viviendo la experiencia del momento presente y permanezco en ella mientras dura su aprendizaje. Cuando lo interiorizo y lo trasciendo, entonces estoy en disposición de seguir avanzando y cambiar de nivel.

Ángel

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